miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sin Misericordia

Prologo:

- Es un obsequio para ti, mi señor…- la mujer morena sonrió mostrándole la perfecta dentadura e inclinándose, mientras extendía ante los ojos masculinos aquella mano delgada y femenina, pálida como el mármol, que en nada se parecía a la suya.

No se veía a quien pertenecía esa extremidad, el resto del cuerpo estaba cubierto por una larga sábana de seda blanca que se perdía en la amplia cama. Sus formas apenas se adivinaban; parecía una silueta errante y solitaria, como un fantasma, una desconocida a quien se encargaría de desahuciarla en minutos más.

Eso lo sedujo. Aunque no le gustaba admitirlo, aquella mujer intrigante lo conocía en los más mínimos detalles.

- Acércate, milord- ella volvió a sonreírle con obvia intensión. Parpadeando sus audaces y atrevidos ojos celestes. Se sentó en el lecho y extendió la mano pálida y delgada, hasta que uno de esos dedos estuvo a centímetros de su boca. Luego de una pausa parsimonia, mordió un extremo y la sangre brotó de aquella pequeña herida, tiñendo sus labios cual rouge sangriento, y llenando sus mejillas de adrenalina y excitación.

Él mismo sintió que sus sentidos desbordaban ante aquel espectáculo. La respiración se le agitó y las pupilas se dilataron. Su olfato reconoció la sutil fragancia floral; flores de naranjo y vainilla. Y su expectación se fue por las nubes, su lengua se relamió con anticipación, degustando en su mente el sabor único de ese manjar.

- Acércate-

Pero él ya estaba allí antes de que siquiera acabara de hablar, sentado, robando con violencia aquella pequeña extremidad de las manos de su amante para recomenzar con la tarea. Su nariz se detuvo ante el palpitar lento del pulso. La victima estaba viva, en un grave estado de inconsciencia pero viva. Sentía la débil corriente de sangre viajando por esas venas azules a través de su muñeca. Miró con aprensión a la mujer que se hallaba sentada a su lado, la cual continuaba relamiéndose los labios con los ojos cerrados.

- En el punto exacto como te gusta- se adelantó la mujer morena sonriendo -Es un obsequio, milord-

- Habíamos quedado que no haríamos esto nunca más- él dijo en voz baja tocando con la punta de la nariz el punto donde la victima aún palpitaba. Luchaba contra su instinto; contra lo que era y lo que deseaba ser -Me agrada la comarca, he peleado mucho por hallar un lugar así, no podemos echar por tierra todo y reducir de la noche a la mañana el número de habitantes…-

- Ni siquiera notarán su ausencia querido Ash- la mujer abrió los ojos y lo miró. Le tocó la mejilla con la mano, sus dedos eran fríos como hielo, y la piel que tocó no pareció conmoverse.

El hombre aceptó el gesto por solo unos segundos. El joven manjar que tenía entre manos lo llamaba como un imán poderoso. Se apartó de la mujer morena, y en un gesto práctico, valiente y la vez monstruoso, desplegó su dentadura sobre aquella mano errante donde antes su nariz reconocía el pulso débil y frenético de la vida, dando la primera mordida.

Imposible describir el sabor placentero de aquel primer bocado. Sus colmillos se enterraron una y otra vez, absorbiendo la existencia, la salud de esa ocasional presa.

Sintió el líquido tibio derramándose de sus labios, goteando por su mentón, pero no podía detenerse. Era incapaz de detenerse. Su mente, su ser, sus ansias le exigían más. Era tan salvaje, tan primitiva su sed de sangre que por un momento creyó que todo lo que había logrado a lo largo de esos años estaba punto de derrumbarse.

Se detuvo, palpitante. Con la respiración agitada. Sus ojos marrones convertidos en oro líquido.

- Exquisité- sonrió la mujer con aprobación. Él asintió. Cerrando los párpados, degustando profundamente el sabor en su paladar, intentando calmarse -Ya lo creo que te haya gustado muerto lo que vivo te gustó más que nada, milord…-

Abrió los ojos y la miró -¿Qué?-

Una idea hizo nido en su mente pero era tan precaria, tan inaudita que la rechazó. Sin embargo la realidad habló por sí sola cuando reconoció que el extremo de un vestido de terciopelo rojo se escapaba bajo la sábana que escondía aquel cuerpo rígido y desconocido. Entró a sacudir la cabeza, pues esa era una verdad que no quería conocer.

- ¿Qué has hecho May?- preguntó con voz ahogada, mientras la aludida descorría la sábana y la silueta joven y agraciada de su presa se hacía presente como una broma cruel. Un rostro aniñado y femenino, labios carnosos y llenos, mejillas sonrosadas que en ese momento tenían una palidez mortal. El cabello rojo que contrastaba con la piel, con el color del vestido, corrió por la blanca sábana hasta un costado de la cama, cayendo hasta el suelo. Él quiso gritar, pero no tenía voz, ni fuerza, ni ánimos.

- Le has dado la estocada final- siguió May con suavidad.

Allí en el cuello de la presa había una marca monstruosa, y al reconocer que era, y quien lo había hecho, lanzó un grito inhumano que hizo que su interlocutora se pusiera de pie asustada y retrocediera hasta la pared.

- ¡Lárgate…!- le gritó, sintiendo la furia animal crecer dentro de sí. Sus ojos brillaban como oro bruñido, y se lanzó sobre ella asestándola contra el suelo, golpeándola como un loco. Pero a esa mujer nada le afectaba, y lo sabía -¡Fuera!. ¡Fuera…!-

May se incorporó, se tocó las mejillas. Sentía un calor inusual, un ardor extraño en los ojos -Milord…- intentó una vez más.

Pero él ya estaba junto al lecho descubierto, acomodando a la joven de rojos cabellos sobre las almohadas con una ternura que nunca le había visto. Tenía los labios apretados y desconocía la desesperación en sus acciones.

- No quiero volver a verte nunca más- finalizó sin volver la vista ni una sola vez-Nunca más-

May no necesitó oír el resto. Abrió la pesada puerta de roble y dijo un silencioso adiós, todavía esperando que ese hombre se rectificara, que le ofreciera una disculpa, sabiendo que eran los únicos de esa especie. Pero no hubo disculpas, ni palabras, ni acciones. Él siguió arrodillado junto al lecho contemplando a su victima con aquella extraña ternura que solía enloquecerla.

Apenas el ruido de la puerta se oyó, la fingida tranquilidad del joven vampiro se evaporó. Tomó la cabeza yerta que descansaba en el lecho, hasta que sus dedos se enredaron entre las hebras de cabello rojo. Unió su frente contra la de ella y aspiró el perfume de su piel, el inconfundible aroma a flores cítricas que lo había enloquecido la primera vez. Aroma con el que había peleado; el que había despertado su instinto de cazador, de hambre, de sed.

Y de amor.

Tocó los labios con la yema de sus dedos, como si esperara que estos se movieran tras su contacto. Pero permanecieron fríos y tiesos, con la impavidez propia de la muerte. Rendido, se dejó caer junto al lecho, tomando entre sus manos la pequeña mano ensangrentada, cuyo líquido carmesí seguía deslizándose de la herida como un río inagotable, tiñendo parte del suelo y de su ropa de etiqueta.

Pero el espectáculo ya no le apetecía como antes, su ser se había calmado hasta tal punto que podía contemplar todo con serenidad, sin sentir que eso afectara a su naturaleza. Sin embargo, en medio de aquel terrible escenario algo extraño sucedió, y fue que esa alma ennegrecida y dura como roca, incapaz de sentir los sentimientos humanos, pese a su apariencia de tal, sintió el olvidado escozor en los ojos, la congoja levemente familiar que se convirtió en lágrimas.

Y ese vampiro inmortal e inhumano, por primera vez en años, lloró ante lo que su horrible naturaleza había causado, ante la preciosa vida que su instinto había desahuciado sin misericordia…

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Feliz cumple Blue!!! (Tarde, tarde lo sé!) Pero no podía terminar con los primeros chaps -soy un desastre! u.u- Tuve que leer Crepusculo varias veces para empaparme en la terminología de los 'vampiros', espero que perdones cualquier error y me tengas paciencia porque quiero hacerlo lo mejor que pueda ^^

Bueno, te deseo lo mejoir del mundo amiga linda!! Sigo esperando mas chaps de mi obsequio ^^

Sumi Chan*

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