miércoles, 2 de enero de 2008

The Mistress

The Mistress
-La Amante-

Inglaterra, 1876
Londres.

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Misty cerró la puerta tras de sí. Caminó algunos pasos a tientas por la pequeña habitación que le habían asignado, recordando los muebles toscos que decoraban su paso para evitarlos. Se movió con cautela dentro de las sombras hasta encontrar la cómoda, que tanteó en busca de la yesca para encender las velas.
Estaba prendiendo la cuarta vela cuando una voz gruesa y masculina se oyó quebrando su familiar silencio.
- No creo que nos vaya a hacer falta mucha luz-
Ella giró sobre sus talones, la tela ordinaria de su falda casi enredándose en sus pies, las manos cubriendo sus labios del grito que por poco escapa de su garganta. El hombre que abarcaba sus sueños estaba sentado frente a ella en la única silla del cuarto. Con las piernas cruzadas al descuido y el cuello de su camisa abierto, era la imagen de la elegancia relajada. Pero su expresión era indiferente.
Demasiado indiferente.
De alguna manera Misty sabía que él estaba tomando ese momento con una frialdad que no era apropiada, pero por otro lado se sentía tan jubilosa, tan fascinada de verlo, de tenerlo frente a ella que nada importaba. Absolutamente nada.
- Abajo, durante la fiesta…- él interrumpió la quietud haciendo un gesto con su mano -Tuve la impresión de que me estabas ofreciendo algo ¿me equivoco?-
Ella meneó la cabeza -No…-
Volvió a mirarla en silencio y notó con el ojo del conocedor, no que él actuaba como un tonto adolescente en sus primeras horas de amor, sino que ella era tan fascinante y única como recordaba… salvo el peinado tan severo… y las prendas sombrías que llevaba. Eso era algo que no le gustaba, algo que nunca le gustó. Sobretodo en ese momento en el que permitía que la lujuria y las palabras de Gary se mezclaran en sus pensamientos y acciones, junto a los tragos de whisky que lo habían llevado a presentarse en ese lugar, para asociarse con esa sirvienta fácil y experimentada, que en ese momento crucial más bien parecía una virgen ingenua.
- Suéltate el cabello. Ya-
Misty se sorprendió ante el pedido, y más aún ante el tono autoritario. Inclinó levemente la cabeza y se quitó las horquillas que mantenían en orden su pesada e indómita cabellera, rápidamente mechones y ondas de fuego se derramaron como liquido sobre sus hombros. Las depositó sobre la cómoda y se volvió a mirarlo con timidez, él estaba de pie y se desabrochaba la camisa de seda con lentitud, habiéndose quitado de antemano los guantes.
- ¿Señor… sire, que está haciendo?-
Volvió a verla. Pálida, tentadora, con la luz agonizante de las velas a su espalda. Gruñó para sí y se llevó las manos a la corbata.
- Lo que voy a hacer es irme de aquí- contestó dirigiéndose hacia la puerta.
- ¡No!- exclamó ella con desesperación saliendo tras él -No… señor, por favor no te vayas…-
Él se volvió con intenciones de rechazarla pero Misty se arrojó sobre su pecho muy mujer, muy suave y tentadora, y drogó sus sentidos con su tacto y su perfume siempre tan familiares. Pero prohibidos
- Por favor… por favor… mi señor… Ash, sire…- murmuró quedo. Y era la primera vez que osaba pronunciar su nombre. Lloraba y le clavaba las uñas, pese a todo el joven seguía con los brazos caídos al costado del cuerpo, pero estaba perdiendo la batalla y lo sabía -No te vayas, Ash…-
Tomó su fino rostro entre las manos para hacerla callar, con su oscura mirada completamente absorta en sus labios entreabiertos.
- Quiero que entiendas algo- le rugió, soltando una mano para deslizarla por el contorno cálido de su cuerpo -Nada de lo que puedas decirme será capaz de cambiar el concepto que tengo sobre ti-
- Está bien- ella asintió con lágrimas en los ojos -Entonces dejaré las palabras a mi cuerpo…-
Y lo besó.
Apretándose a él, rodeando su cuello con los brazos, presionando con fiereza los labios contra los suyos. Las lagrimas rodeando sus tibias mejillas mientras le imploraba con sus besos que se rindiera a ella.
Era la cándida inexperiencia la que hablaba, esa sensualidad innata que lo volvía loco. Y que todavía lo hacía. Ash metió las manos en el cabello de ella y le devolvió el beso con ferocidad, mostrándole en parte el deseo que le estaba haciendo sentir. Luego se apartó un poco, brindándole algo de espacio para respirar. Sus bocas aún muy cerca, ladeó la cabeza, mirándola fijamente y le proporcionó la última oportunidad de escape.
- ¿Estas segura?-
Misty asintió -Sé lo que estoy haciendo-
Entonces él tomó lo que ella le ofrecía, el cuerpo que había deseado con vehemencia desde que la hubo visto por primera vez. Desmoronando las defensas de una pobre muchacha que no tenía la menor idea de cómo oponerse. Movido por una violenta convulsión de hacerla suya, de hacerle sentir lo que él estaba sintiendo a medida que sus manos ávidas recorrían aquel exquisito cuerpo femenino. Y la rindió utilizando toda su experiencia sexual, teniéndola en el punto donde quería; bajo sus brazos, entre las sabanas ásperas de su cama, vencida por aquellas sensaciones sorprendentes que la subyugaban. Y entonces la hizo suya, conteniéndose solo lo suficiente para ver el color profundo de los ojos de ella a medida que entraba en su cuerpo. Solo algunos segundos pasaron hasta que la sintió retorcerse de dolor, percibió que le clavaba las uñas en las espalda y dejaba escapar un pequeño grito que lo dejó petrificado.
'Sé lo que estoy haciendo…'
Confundido se obligó a verla. Los ojos de Misty estaban llenos de lágrimas, pero en ellos no había acusación ni triunfo por lo que le había obligado a hacer, sus labios temblaban mientras que de ellos nacía un susurro de súplica.
- Abrázame, por favor abrázame…-
Y él lo hizo. Fue un acto de rendición, de entrega, como si algo se hubiera roto en ese momento, mientras sus brazos la rodeaban y calmaba su llanto con los labios. Las manos de ella le acariciaban los hombros apaciguándole al tiempo que lo recibía, lo saciaba y se ofrecía. Ya no existió más llanto ni dolor. La lujuria se mezcló con una sensación más suave, dulce y pura que lo obligó a bajar las revoluciones para convertirse en un amante amoroso y delicado.
Y así culminó aquel instante mágico.
Todos los pensamientos de rabia y resentimiento que lo llevaron a acostarse con ella habían quedado olvidados por completo cuando le envolvió el cuerpo con los brazos y la colocó de costado encima de él; su cuerpo pegado al suyo, la cabeza femenina bajo su mentón, su cabello rojo desplegado sobre su pecho como un río de seda.
Misty era demasiado magnifica para que se la utilizara como venganza, demasiado exquisita y suave en sus brazos para que estuviera en cualquiera otra parte. Desde el momento en que su boca tocó la de ella supo que eran una extraña y combustible combinación, pero lo que acababa de suceder en esa habitación era demasiado solemne como para describirlo con palabras, y nunca había experimentado tal satisfacción sexual con otra mujer.
Y mientras ella dormía él volvió a repasar lo ocurrido. Viéndola en sus brazos con las sábanas cubriendo su cuerpo desnudo, la misma sensación extraña volvió a atacarlo. Y era que esa pequeña pelirroja cuya edad no rebasaba los 18 años no parecía una cualquiera, y mucho menos una sirvienta. Lo que la joven había demostrado durante la unión de ambos había sido real… era una de las pocas cosas de las que él no podía dudar. Ninguna mujer podía haber simulado una respuesta tan apasionada como esa, por lo menos sin una enorme practica y Ash ahora sabía que ella había sido virgen.
Cerró los ojos y dejó que el aroma femenino lo envolviera… esa emoción dulce y pura estaba ahí de nuevo y él no podía determinar que era. Nunca había experimentado tal sensación luego de estar con una mujer, y realmente no sabía como actuar.
Después de todo ella era una sirvienta… y pese a su fama de fácil -cierta o no- aquello era algo que no iba a cambiar por más buena predisposición que él tuviera. Pero tal vez pudiera encontrar un arreglo que los satisficiera a ambos, después de todo podría sacarla de ese modo de vida y ofrecerle el mundo… Todo si ella fuera lo suficientemente astuta como para aceptarlo...
Apretó los párpados en tanto se ordenaba dejar de pensar y sumirse en el descanso que sus cansados músculos le exigían.

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Misty despertó sola en la cama, lo cual le pareció bastante normal… aunque al mismo tiempo, no. Abrió los ojos al sentir el inusual frío rondándola y descubrió que la mayor parte de las ásperas sábanas estaban enredadas en sus piernas. Se incorporó en el colchón y al hacerlo descubrió que él estaba sentado en la silla junto a la cama, y la recorrió una dulce sensación de alivio. Ash ya estaba vestido, con la camisa abierta y una expresión inescrutable y pensante en el rostro. Con timidez estiró las arrugadas sábanas y se cubrió el pecho rogando que no se viera tan apenada como se sentía. Se apoyó contra el respaldo de la cama y se preguntó con desesperación como él podía verse tan indiferente luego de lo que había ocurrido entre ellos. En alguna parte de su mente comenzaba a comprender que había sido un proceder vergonzoso, pero se negó a pensarlo.
Ash clavó la mirada en las sábanas que sujetaba contra su pecho, luego levantó la vista hacia su rostro, diciéndole con tanta claridad como si hubiera hablado, que le divertía ese súbito arranque de timidez. Misty no lo podía culpar por eso, pero deseó que él dejara de mostrarse tan indiferente, ni tan divertido y desinteresado, sobretodo cuando ella estaba tratando de parecer de algún modo normal, después de haberse entregado a sus brazos. Por otro parte él no parecía ni cínico, ni sarcástico, ni frío con ella y eso le pareció un cambio maravilloso.
- Sire…- susurró con suavidad.
- Tengo una proposición que hacerte- empezó él inclinándose hacia delante para verla mejor. Notó como los ojos de ella se alzaban al oír la palabra 'proposición' y no pudo suponer que lo creyera tan tonto como pedirle matrimonio -Un ofrecimiento. Un acuerdo de negocios- explicó, enfatizando -Creo que será la solución más razonable para ambos-
Ella no dijo nada, esperando que Ash siguiera pese a los frenéticos saltos de su corazón.
- Parece que a pesar de nuestras muchas diferencias somos sexualmente muy compatibles-
Misty no podía creer que él usara esos términos para definir la tormentosa pasión que compartían.
- ¿Qué es lo que me propones?- preguntó temiendo la respuesta.
- Tú compartirás mi cama cada vez que yo deseé tu cuerpo. En compensación tendrás una casa propia, sirvientes, joyas, ropa, un carruaje y la libertad de hacer lo que tengas ganas en tanto no le ofrezcas a otros hombres aquello por lo que yo pago-
Ella mantuvo su mirada horrorizada en él -¿Me estás proponiendo que me convierta en tu amante?-
- ¿Por qué no?. Eres ambiciosa e inteligente y lo que yo te ofrezco es mucho mejor que lo que haces en este momento. No querrás pasar toda tu vida fregando pisos y lavando platos- al ver que ella no respondía, agregó con tono de aburrimiento -Por favor, dime que no habrás esperado que te ofreciera matrimonio por lo que acaba de suceder. Dime que no eres tan simple ni tan tonta-
Misty se encogió débilmente en su lugar. Miró ese rostro duro y apuesto y percibió un cinismo que hasta entonces nunca había conocido en él. Tragó el nudo de su garganta y respondió.
- Nunca esperé nada de esto, señor…-
- Perfecto. Ya ha habido demasiados malos entendidos entre nosotros y no quería que volviéramos a equivocarnos- le pareció ver un manto acuoso bañando sus ojos pero se negó a prestarles mayor atención. Se levantó de la silla y se acercó a ella -Por lo menos eres lo bastante inteligente como para no dejarte llevar por un acceso de ira por lo que te acabo de proponer. Piénsalo -le besó los labios trémulos sin una pizca del calor con que lo hubo hecho la noche anterior -Pero antes de que decidas nada, hay algo que quiero advertirte; si alguna vez me mientes o me ocultas algo -cualquier cosa y tan solo una vez- te echaré a la calle -se enderezó y se dirigió hacia la puerta -Piénsalo y dame tu respuesta antes de que acabe el día-
Sin decir más, abrió la puerta y salió sin volver la cabeza ni una sola vez.
Misty subió las rodillas y enterró la cabeza entre ellas. Lágrimas calientes rodaron por los laterales de su cara. Pero lloraba por su propia falta de carácter cuando Ash la tomó en sus brazos, y por haberse sentido tentada, durante breves instantes a aceptar su propuesta indecente y fría.

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- Así que su majestad al fin se ha quitado el gusto…- Lord Gary ironizó alzando su copa de vino hacia su amigo quien se mantenía pensante en su silla -Hago un brindis por eso- y bebió esperando que el otro joven dijera algo.
Pero los segundos pasaron y el joven monarca no pronunció palabra. Su vista se mantenía fija en la ventana, hacia el vacío en realidad, como si estuviera pensando en algo importante.
- ¿Y bien?. ¿Va sire a narrarme como fue o tendré que conformarme con los chismes de la servidumbre?- al ver que el otro no se percataba de su habla, abandonó la copa en la mesa y chasqueó los dedos con fuerza -¡Ash!-
El nombrado se giró, tomó su propia copa de vino y se mojó los labios, se tomó su tiempo antes de ver a su amigo -¿Qué?-
- ¿No vas a contarme como te fue con la exquisita doncella pelirroja?- se reclinó en su asiento y sonrió pasando la mano a través de su castaño cabello -Quizás ahora pueda quitarme el gusto yo también…-
Los ojos marrones de Ash refulgieron cuan chocolate liquido, su mandíbula se tensó al verlo con un resentimiento poco común en él -No le vas a tocar ni un pelo. No lo permitiré-
- Oye, tampoco es para que te pongas así, yo solo…-
- Con permiso, alteza- una joven de cabello violeta se asomó tras la puerta e hizo una rápida reverencia. Su vestido de aldeana se dejó ver ante la acción. Miró nerviosa al joven de cabello castaño, y luego se dirigió a su empleador quien se había puesto de pie tras su entrada.
- ¿Qué ocurre Casey?- preguntó.
La nombrada era la mejor amiga de la doncella pelirroja, y sin duda su presencia allí tenía que ver con aquel asunto. La mirada confusa de la muchacha hablaba por sí sola.
- Tengo un mensaje para usted, sire- volvió a inclinarse y nerviosa continuó -El pequeño salón de música… junto al vestíbulo principal… ahora mismo…-
Ash no se dejó repetir, pasó junto a la joven atravesando la puerta entreabierta, dejando a su amigo mudo de asombro y a la doncella todavía manteniendo su postura de respeto.
- Bueno, bueno- Gary silbó poniéndose de pie, recorriendo la pequeña estancia con pasos lentos mientras miraba a la joven recoger las copas y ponerlas en una bandeja -¿Qué tal si dejas lo que estás haciendo, Casey, y disfrutamos de nuestra mutua compañía de un modo más… íntimo…?-
- Piérdase- le escupió ella saliendo por la puerta y dirigiéndole tal mirada asesina que lo intimidó.
- No sé como lo haces Ash…- murmuró el joven Lord -Y sinceramente te envidio-

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El joven abrió la puerta con suavidad, disfrazando con delicadeza la enorme ansiedad que sentía. La conocida habitación se abrió ante sus ojos; los altos ventanales que reproducían la luminosidad del día, los floreros inmensos que decoraban las esquinas repletos de tulipanes y jazmines, el largo piano de cola, y la exquisita alfombra persa que cubría el suelo a sus pies.
Aquel seguía siendo su lugar favorito.
Y ella estaba de pie en el medio de aquel salón. Se giró a verlo cuando lo oyó entrar, tenía las manos tras la espalda y sus ojos lucían claros y tristes.
Sin embargo había algo en esa joven, algo que hizo su expresión afable cambiara a un gesto apático, indiferente. Rasgo que no podía dejar de usar cuando estaba junto a ella. Como una coraza, un modo de defensa…
- ¿Querías verme?- le preguntó con sequedad luego de que la pelirroja cabeza se inclinara respetuosamente tras su ingreso. Mantuvo las manos firmes a sus lados, ahogando la necesidad de tomarla entre sus brazos y reclamar esa boca con la suya. Misty estaba tentándolo otra vez. Como siempre lo hizo. Tentándolo con sus ojos, con su boca suave, con sus cabellos, y aún con esa expresión de pena y melancolía se veía más seductora que cualquier cortesana -vestida o desvestida- que hubo conocido en su vida.
- Si- Misty asintió - Quería decirte que me voy. Dejaré la ciudad-
Y esperó estudiando ese rostro irónico en busca de alguna señal que le indicara que él sentía algo, cualquier cosa, por ella, por el hecho de que se marchara, por el regalo de su cuerpo. Pero Ash alzó las cejas con tranquilidad como preguntándole que esperaba que él hiciera al respecto.
- No aceptaré tu propuesta- le aclaró sin creer que él no tuviera el menor interés en una decisión que afectaba su vida entera… una decisión tomada después de haber pasado una noche entre sus brazos, después de haberle entregado su virginidad y su amor.
Ash la miró sintiendo una furia tremenda dentro suyo, furia hacia ella, hacia él…Ladeó la cabeza disfrazando cualquier sentimiento contradictorio que transmitieran sus ojos. No quería mostrarse afectado por eso. Existían muchísimas mujeres que no rechazarían una propuesta como esa. Mujeres a las que solo les bastaría una señal para alinearse frente a él y desplegar sus encantos para entretenerlo…
Pero otra vez, Misty era la única capaz de rechazar una posición que la beneficiaría en lugar de perjudicarla. ¿Realmente era tan tonta?. ¿O el lujo no le interesaba…?
Así que alzó los hombros anchos, los encogió apenas y contestó fríamente -Perfecto-
Aquella respuesta fue el ultimátum para la pobre muchacha, lo observó fijamente otra vez; grabando sus rasgos, su rostro, sus sensuales labios, el frío fulgor oscuro de sus ojos. Quería recordarlo, mantenerlo fresco en su memoria para recordar cuanto dolía enamorarse. Para que su recuerdo no la endulzara, sino que la volviera más fuerte.
- Creo que merezco algo mejor ¿sabes?- susurró, luchando por no largarse a llorar -Algo mejor que una relación ilícita-
- ¿Esperabas que me hincara de rodillas y te ofreciera matrimonio solo porque pasamos una noche juntos?-
Las lágrimas pugnaron por salir de su verde mirada, sacudió la cabeza -No…- se pasó la mano por los parpados -No esperaba nada de eso. Lo hice porque te amaba… te amo…-él abrió los ojos -Y lo haría una y otra vez por amor, porque amo a la persona que eres, no al titulo que portas…- rió suavemente a pesar del llanto que ya era demasiado obvio en su voz -Solo que no lo entendiste, o quizás sí, pero no quieres asumirlo. El placer se paga con dinero…- tomó aire y lo miró -El amor no-
Misty volvió a inclinarse, tomando el borde su ordinaria falda marrón e hizo la acostumbrada reverencia mordiéndose el labio para no dar rienda suelta a los sollozos que le quemaban la garganta. Luego se incorporó y pasó junto a él dirigiéndose a la puerta.
Ash la observó y a punto estuvo de extender el brazo y frenarla para que le explicara que significaban sus palabras. Pero sus extremidades permanecieron entumecidas a los costados de su cuerpo, negándose a hacer un solo movimiento.
Ella se fue. Y él sabía que esta vez era para siempre.
¿Amor…?. ¿Amor era esa sensación dulce que desplazó a la lujuria?. ¿Esa emoción que lo obligó a ser suave y delicado?. ¿Qué lo mantuvo toda la noche junto a ella viéndola dormir en sus brazos?
Eso era amor.
Y el amor no se paga con dinero.

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Nota:
Este one shot esta basado en un fic mío -viejito- que el otro día encontré por casualidad en mis archivos mientras buscaba algo para leer. Tengo el primer capítulo hecho, y mientras lo leía se me ocurrió esto -estuve tres día para hacerlo! Rápido!-
Y bueno, quizás con esto me anime a seguir el fic original que lleva sus buenos dos añitos durmiendo. El original se titula 'Pecado Perfecto' y a grandes rasgos, en este one shot quise resumir medianamente de que se trata la historia. Todavía no sé si terminará así o no, pero de momento quise acabar un poco con esta racha de 'finales felices'

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La Amante, © Sumi Chan. Agosto de 2007.

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