miércoles, 19 de marzo de 2008

Tierra Audaz



Capítulo 01.

'Este lugar me produce nostalgia'
La joven miró por la ventanilla de su viejo auto mientras este se desplazaba por la olvidada carretera, que se asemejaba a una retorcida cinta gris perdida entre llanuras y campos esmeraldas junto a centenares de árboles altos y pequeños de igual color.
El campo de Pallet Town seguía tan salvaje como recordaba, kilómetros y kilómetros de territorio virgen; hierba suave y praderas verdes.
Sonrió para sí y bajó la ventanilla para que el aire puro le diera en la cara. Olía a tierra, a sol y a algo más que no pudo definir.
- Este lugar sigue siendo maravilloso…- canturreó.
- ¡Puff!- dijo una infantil voz proveniente desde el asiento de atrás.
La joven observó por el espejo retrovisor la redonda cara de una niña de cuatro años. Observó su despeinado cabello negro y sus ojos -verdes, aguamarinos exactos a los suyos- se encontraron. Sonrió con obvio afecto.
- ¡Alex!. ¿Estas despierta?-
La pequeña asintió vigorosamente y la observó con sus grandes ojos claros. En su carita redonda resaltaban sus mejillas regordetas y sonrojadas, sobretodo cuando sonreía. Era una niña verdaderamente encantadora, excepto cuando no estaba de acuerdo con algo, lo cual era bastante frecuente.
- Yo despierta, mamá Misty-
- Si cariño lo veo ¿quieres que cantemos algo?-
- No- meneó su cabecita con firmeza -Yo libre-
- ¿Libre?- repitió sonriéndole.
- ¡Yo, libre, mamá Misty!-
'Libertad', pensó la joven. Eso era. La tierra aquella le hacia pensar en libertad y frescura… Y le traía tantos recuerdos…
- De acuerdo- contestó guiñándole el ojo -Alex y Misty son libres como el viento ¿Qué te parece?-
- ¡Sip!. ¡Libres!-
Ella se echó a reír y meneó la cabeza antes de consultar su reloj.
- Según mis cálculos, en cuarenta minutos estaremos en casa de tu papá ¿Qué te parece cariño?-
- Sip, papá. Yo, conocer a papá ahora-
- Claro que si- Misty asintió ocultando el manto húmedo que cubrió sus ojos por un segundo -Conocerás a tu papá en unos minutos-
La niña asintió en su asiento y se dispuso a canturrear alguna canción que recordaba de su programa favorito de televisión. Misty dejó de observarla por el espejo retrovisor y se encogió un poco en su lugar. Estaba cansada, hambrienta y se sentía fatigada y sucia. Parecía que hacía como una semana que estaban viajando, cuando la verdad era que solo llevaban un día. Un día en pleno verano tórrido.
Eso sumado a la presión y al stress que esa decisión a tomar le había causado. Al menos dos de sus hermanas la habían apoyado en esa empresa de recorrer 'medio país' para llevar a la niña con su padre. La tercera de las Waterflower no sabía nada, y Misty estaba segura que le había dado un síncope apenas las otras dos la hubieran puesto al tanto… Y bueno, darle a un padre el placer de conocer a su hija personalmente era el único pago que exigía para tamaño de viaje.
Suspiró y se quitó el cabello de los ojos. El aire fresco le aclaró la mente justo cuando las praderas verdes daban paso a algo de civilización. De todos modos no era mucha, solo pequeñas y pintorescas casitas que sumaban gracia y belleza al paisaje.
Sonrió, de veras se sentía a gusto en aquel lugar. Bueno, de algún modo Pallet Town siempre se las ingenió para tener ese efecto en ella. No en vano había pasado muchos años de su adolescencia visitando aquel lugar.
Aquello la hizo suspirar.
- Solo quince minutos más, Alex- replicó en voz alta y fijó la vista en la niña que se había vuelto a dormir.
Pero tenía las mejillas muy rojas, más de lo normal. Redujo la velocidad y bajó la ventanilla del lado de la pequeña. ¡Cielos!. ¿Estaría enferma?. Misty movió la cabeza con decisión y se consoló diciendo que era debido al calor agobiante. Lo primero que haría luego de llegar sería darle un baño tibio y mucha agua de beber a la niña.
Volvió a suspirar nuevamente 'Espero que Daisy no me odie por esto…' pensó con cierta tristeza.
A los lados de la carretera comenzaron a aparecer varios carteles que indicaban las diferentes familias que vivían al lado de la autopista y las millas que faltaban para llegar a ellas. Mermó la velocidad en tanto agudizaba la vista y sus ojos se fijaron en un cartel que de algún modo le volvió el alma al cuerpo.
Reserva pokémon de Samuel Oak -20 millas-
Revisó los otros letreros y sintió algo de desilusión al no leer más nombres familiares.
'Bueno, pero estoy cerca…'
Apretó el acelerador y el vehiculo bramó con fuerza antes de tomar velocidad por esa carretera desierta. ¿Acaso intentaba escapar de algo?. Literalmente se hallaba en el medio de la nada. La vida allí era libre, relajada y quieta.
Lo que ella ya no era.
Estar a cargo del gimnasio drenaba sus energías, y lo que le quedaba lo dividía en dar clases en la universidad por las tardes y por las noches tomando clases de canto…
Sin duda no era lo que Misty Waterflower había planeado para su vida a los diez años de edad cuando se escapó de su casa para demostrarles a sus hermanas que su existencia valía de algo…
Las cosas eran mucho más fáciles en ese entonces donde no tenía que preocuparse por impuestos, inversiones y estudios. Todo es más sencillo a los diez años de edad cuando los problemas de los adultos están lejos del endeble mundo infantil.
Pero Misty ahora era adulta y conocía gran parte de los sinsabores de la vida. Sabía lo que era alargar el dinero durante semanas, no cenar de noche, conseguir trabajos de medio tiempo, dormir pocas horas por el llanto de un bebé…
Sonrió levemente y espió por el espejo retrovisor. La pequeña seguía durmiendo y gracias a Dios su carita se veía normal. Su lacio cabello negro le caía en desorden hasta los hombros y sus manitas se encontraban inmóviles en las rodillas.
Alexandra, Alex, era la razón de que no hubiera bajado los brazos ante el alud de problemas que atravesaba el gimnasio. Era quien le había devuelto la sonrisa, y gracias a quien se había animado a tomar clases de canto, uno de sus postergados sueños de adolescente.
'Pero no el más importante'
Siguió escudriñando el camino frente a ella cuando el vehiculo decidió hacer unos sonidos extraños y finalmente quedarse duro y silencioso en plena autopista.
Todo el buen humor y la alegría que aquel lugar había despertado en su ser apenas hubo visto las verdes praderas ondulantes, desapareció dejando en su lugar rabia e impotencia.
- Maldita suerte- gruñó en voz alta al notar que la agujilla del tanque de la gasolina señalaba que estaba completamente vacío. Giró la llave una vez más pero como era de esperarse el motor solo refunfuñó y acabó.
Desalentada levantó la vista. Todo a su alrededor lucía verde y desolado, como si ella fuera la única persona del mundo. Aunque a la lejanía… se esforzó por agudizar la mirada. A la lejanía se veía el espectro de una casa de campo.
¿Qué podía hacer?. Obviamente solicitar ayuda y que alguien en esa casa se apiadara de ella y le facilitara un teléfono. Miró a la pequeña que ajena a todo continuaba durmiendo ruidosamente en el asiento trasero, y despacio abrió la puerta.
Apenas salió del vehiculo el sol la castigó con tal fuerza que tuvo que taparse un poco los ojos para ver a la distancia. Hacía calor y la casa parecía más lejos de lo que le había parecido la primera vez.
Echó a caminar ignorando el castigo del sol sobre su cabeza, y el calor agobiante que frenaba su andar con ráfagas de viento caliente. Se pasó la mano por la frente sudorosa y miró hacia atrás. Su auto yacía a un lado de la carretera y a esa distancia se asemejaba a un espejismo en pleno desierto.
Tragó saliva y la garganta le raspó como si estuviera comiendo arena. Pensó en Alex y rogó que la pequeña siguiera durmiendo sin percatarse de su ausencia.
Suspiró cerrando los ojos antes de ponerse en marcha nuevamente. Su lugar de destino se hallaba ahora más cerca que antes.
Parecía una de esas casas de película. De dos plantas -aunque modesta- de madera y pintada de blanco. Tenía una galería amplia y cubierta que rodeaba todo el frente. Muchos ventanales, y junto a la entrada una de esas hamacas antiguas que se mecía con suavidad de un modo invitante. Rodeaba la casa un jardín que en otros tiempos debió de ser glorioso y tupido, ahora solo quedaban rasgos marchitos y descuidados.
Misty sintió pena por esas plantas amarillas y deshidratadas, y se propuso a sí misma decirle a quien -o quienes- vivieran en esa casa que cuidaran un poco más de ese jardín.
Se acercó y atravesó el césped deteniéndose agradecida bajo la sombra que proyectaba la galería. El piso de madera crujió bajo sus pies mientras resistía la tentación de dejarse caer en la hamaca para dedicarse a la tarea más importante de golpear la puerta.
Lo cual hizo una y otra vez, aunque sin obtener respuesta.
Cuando se disponía a dar media vuelta e irse, la puerta finalmente se abrió, y lo primero que advirtió fue la sutil ráfaga de aire fresco que pareció brotar desde adentro acompañado de un perfume agradable y familiar que otra vez le recordó a aquel lugar, a aquellas praderas. Lo que no se esperaba era que esa sensación de libertad y familiaridad se centrara en la imponente silueta de un hombre moreno que tranquilo se secaba el cabello -y el cuello, y los hombros- con una toalla mirándola perplejo. Al parecer había interrumpido su baño.
'Cabello negro salvaje y alborotado como la noche, piel morena, ojos color café… y una apariencia que irradia energía y agilidad cien por cien masculina…'
Misty sacudió la cabeza ante su propia estupidez, y de pronto se dio cuenta del aspecto que debía traer tras dos días de viaje, y luego de caminar bajo el sol; y deseó haber tenido tiempo de bañarse y de ponerse ropa bonita y llamativa en lugar de su viejo jean azul y de la camisa amplia y descolorida que traía puesta. También deseó haberse peinado y puesto algo de brillo labial antes de llegar ahí…
Volvió a suspirar ante las tonterías que estaba pensando y se concentró en encontrar la solución al tema que la había llevado a ese olvidado pueblo, en lugar de coquetear con guapos desconocidos.
- Señorita- dijo él con una voz profunda y ronca -¿Usted estaba tocando?-
- Si-
- ¿Se ha perdido?-
- Algo así- Misty sonrió y se dio la vuelta indicándole la carretera -Mi coche se quedó sin nafta y…-
- ¿Precisa un teléfono?- alegó él al ver el punto distante de color azul que la joven señalaba.
- No exactamente- volvió a sonreír -Es decir, si lo necesito, pero primero necesitaría que me facilitara un paraguas y que me concediera algo de su tiempo-
- ¿Un paraguas?- la miró alzando una ceja, notando de reojo el cielo azul sin nubes y el sol dorado y quemante.
- Es una larga historia- se encogió de hombros y lo miró otra vez -¿Cuento con su ayuda?-

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Ash Ketchum observó de soslayo a la pequeña pelirroja que lo precedía. Aunque el termino 'pequeña' le estaba mal empleado a esa mujer de ojos audaces y atrevidos, y que además poseía esa cabellera ardiente como el agónico sol de la tarde.
Ella caminaba adelante hablando con cortesía, detallándole a grandes rasgos que estaba en aquella parte del país por un problema familiar y que solo se quedaría un par de días. Le contó que estaba buscando la reserva del Profesor Oak -lo cual le pareció un detalle curioso-, aunque considerando que el viejo profesor era una autoridad tanto en el campo Pokémon como en el de humanos, no era un hecho que merecía más atención de la que le había dado.
Sin embargo no pudo evitar preguntarse que haría en cuanto supiera que el viejo señor no estaba en casa, y que al parecer su viaje hasta allá no había sido más que una perdida de tiempo.
Llegaron al vehiculo y él notó como la muchacha corría con cierta desesperación hasta la parte trasera, donde se inclinó para sacar una maleta o algo similar.
La tela del jean se ciñó a sus piernas y la camisa se adhirió como laca a su cintura diminuta cuando metió la mitad del cuerpo dentro del auto, él no pudo evitar mirarla fijo como un embobado adolescente. Sin duda aquellos no eran modales de los cuales su madre se sintiera orgullosa, pero después de todo ella no estaba allí.
Y la pequeña desconocida si…
Desde luego no había nada llamativo en su visitante inesperada. No llevaba ningún peinado especial, como con ese fijador que hace que el cabello no se mueva aunque soplase el viento, que por cierto, allí soplaba bastante; no tenía maquillaje, ni ropa especial, ni de diseñador… Era simple.
Y a él siempre le había gustado la simpleza…
Desechó esos pensamientos antes de que tomaran un carril peligroso, y la observó enderezarse y sacar del vehiculo algo que sin duda no era una maleta, sino una niña, quien se restregaba molesta los ojos. Al parecer acababa de despertarla de su siesta.
Ash se hizo para atrás algo asqueado por sentirse atraído por una joven con compromisos, y miró fijo a la pequeña. El único rasgo que las unía era el color de sus ojos; claros, transparentes como el mar. Y la nariz quizás, ambas la tenían pequeña y redonda, como la de una muñeca de trapo.
- Esta era mi urgente necesidad- rió ella como disculpándose por no habérselo dicho.
- Ah- no supo que decir. Se sentía algo incómodo.
La niña lo miró con interés y retorciéndose de los brazos de la joven corrió hacia él y se abrazó a sus piernas.
- ¡Papá!-
Ash se hizo para atrás impresionado provocando que la niña cayera sobre sus zapatillas.
- ¡No, no, Alex!- la mujer rió avergonzada acercándose hacia la pequeña -Él no es tu papá-
- ¿No papá?- levantó la carita redonda y lo miró con sus grandes ojos.
- No, cariño lo siento- se inclinó para levantarla, cuando Ash hizo lo mismo.
La pequeña no pesaba nada, era liviana como una pluma. Y estaba tibia. Demasiado para un día en pleno verano.
- Tiene un poco de fiebre- dijo él.
- ¿Fiebre?- la pregunta hizo que sus ojos se abrieran desmesuradamente. Los tenía grandes y de un hermoso color verde, y brillaban de preocupación e inquietud, tal como lo haría su madre en una situación similar… y allí se rompió la magia. Debía recordar que por más atractiva que fuera la desconocida, tenía obligaciones que nada tenían que ver con él -la niña que cargaba en brazos así lo decía- y seguro que había alguien esperándola en alguna parte de aquel remoto lugar.
- Debemos llevarla a la casa- dijo él.
- Desde luego- ella estiró los brazos dispuesta a tomarla.
- Yo puedo hacerlo- la rechazó.
- Insisto, Alex ven- la pequeña le alargó los brazos con una mueca que él interpretó como desesperación. De acuerdo, debía acostumbrarse a este mundo donde las mujeres podían hacer de todo al igual que los hombres. Se encogió de hombros y se limitó a seguirla viendo de reojo como con un brazo llevaba a la pequeña y con el otro abría el paraguas para protegerlas a ambas del sol.
- Así que para eso lo necesitaba- comentó señalando el paraguas en un intento de hacer conversación y recordando sus buenos modales.
Ella le dedicó una sonrisa por encima del hombro -Si. Y aunque no sea meteoróloga puedo predecir que por hoy no va a llover-
Ash rió -Tiene usted razón-

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El camino fue menos torturante que el de la ida, al menos para Misty. Y aunque el peso de Alex estaba haciéndose notar en su brazo, era algo que no iba a comentárselo al alto hombre que la precedía. No luego de que se diera cuenta de que era el típico machista dispuesto a hacerse cargo de todo.
Con Alex era otra cosa; con su redonda carita apoyada en su hombro, no hacia más que mirar con curiosidad a su anfitrión, dedicándole aquella sonrisa ingenua que ponía en manifiesto que de alguna forma le gustaba lo que veía.
'¿Y a quien no?'
Sacudió la cabeza al notar el hilo de sus pensamientos. ¡Cielos! Hacía tanto que no se encontraba en una situación similar que se sentía como en aquellos años de adolescente…
Un amor no correspondido, sueños truncos y un corazón roto…
Suspiró. No, aquello no se parecía en nada a lo que había experimentado cuando niña. En aquel entonces sus sentimientos eran puros y diáfanos, no le hacían daño a nadie. Salvo quizás a ella misma.
- ¿La ayudo?-
Casi pegó un brinco al oír la voz tan cerca. Se dispuso a girar, la mano de él le rozaba el brazo como una forma de mantener el peso de la niña. Iba a decirle que no, pero la palabra murió en sus labios antes de siquiera formularla, y se encontró a si misma delegando el peso de Alex de muy buena gana.
Él sonrió al asegurar a la pequeña a su hombro, y caminó junto a ella como si la suave carga que llevaba no pesara más que una pluma.
Bueno ¿Dónde había quedado aquello de que él era el típico machista dispuesto a hacerse cargo de todo, y que ella nunca sucumbiría a eso?. Se encogió de hombros mientras sentía el alivio recorrer sus brazos delgados, el no cargar a Alex era un bálsamo profundo para estar preocupándose en ideas femeninas que no iban al caso.
- Lamento todo esto- tuvo la necesidad de decir, tocándose el pelo que a su parecer se sentía duro como paja.
- Por favor no se preocupe. Debe agradecer que su vehiculo se quedó aquí y no kilómetros más adelante donde no existe ni un alma-
- Oh- Misty parpadeó tapando el sol con una mano mientras lo miraba -Creí que el profesor Oak vivía más delante de usted-
- Así es, pero él y su asistente están de viaje, no llegarán sino hasta dentro de dos semanas- el rostro de ella decayó -Lamento las malas noticias-
Misty se mordió el labio mientras internamente se preguntaba que iba a hacer. De verdad que no había considerado que la granja Oak estuviera deshabitada. Apretó los párpados negándose a pensar que había cometido una locura largándose a hacer algo que a ella no le concernía.
- Ya estamos aquí- oyó que él decía, y entró a grandes zancadas por la galería haciendo crujir el piso.
Misty lo siguió sintiéndose tímida de pronto, el joven acababa de abrir la puerta y espera de manera cortés que entrara. Alex no había dejado de observarlo con infantil fascinación durante todo el trayecto, y parecía renuente a bajarse de sus brazos.
Solo en ese momento se oyeron unos pasos cortos y débiles provenientes del interior de la casa. Misty observó con curiosidad femenina, segura de que de un momento a otro aparecería una mujer recriminándole al hombre a gritos el donde estaba y el porqué la había dejado sola.
Pero los segundos transcurrieron y ninguna esposa enfadada hizo su aparición, solo un roedor amarillo algo viejo, que sacó la cabeza por la puerta y se quedó viéndola a la par que movía las orejas como si estuviera midiéndola.
- ¿Pikapi?- dijo en su lengua, mientras se dirigía al alto hombre y a la niña cuyos ojos se habían abierto desmesuradamente en agudo embeleso.
- Ah pikachu, estas señoritas serán nuestras invitadas por un tiempo- dijo él con una media sonrisa.
Misty dejó que las palabras fluyeran por sus oídos como en un sueño, sus ojos seguían al roedor como si se tratara de un imán, y su mente iba demasiado deprisa como para detener el torrente de sensaciones que se había desatado solo con oír la única palabra del pokémon.
Y este saltó embelesado, corriendo hacia ella como en sus años de juventud, para aterrizar en sus brazos entreabiertos y frotar la fría nariz contra su mejilla.
- ¡Pikachupi!- fue todo lo que el roedor exclamó, otra vez en su lengua, seguro de que no solo él estaba sorprendido por su hallazgo.
Misty apretó al mullido pokémon contra su pecho y dirigió la mirada hacia su anfitrión que estaba petrificado en su lugar. Tomó aire para parecer segura antes de finalmente decir.
- Hola Ash. Ha sido mucho tiempo-

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