viernes, 30 de mayo de 2008

Magnetismo





'No quiero ser otra en tu larga lista de conquistas'



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Su instinto de caza estaba al máximo, y su experiencia bien adquirida en la materia le indicaba avanzar y reclamar su presa.

Volvió a darle una exhaustiva ojeada a aquella mujer que tanto le había llamado la atención; piernas largas coronadas por unos altísimos zapatos de tacón fino que sumaba sensualidad a sus pies. Su cuerpo no era de proporciones infartantes, ni nada de eso; era normal: delgada, alta y de líneas simples y delicadas. Como una bailarina de valet.

Lo que más llamaba su interés, y ahí estaba el factor que había despertado su profunda admiración; era su cabello, largo, que pasaba sus hombros y cubría media espalda en mechones dispersos color cobre, fuego; como el ardiente tono del atardecer.

El sobrio vestido violeta que llevaba puesto debería haber chocado con el color de su pelo, y lo hacía, pero su piel era tan pálida, tan blanca que el efecto general resultaba impactante en lugar de desagradable. Y no hacia más que acentuar ese halo magnético que lo impulsaba hacia ella.

En conjunto, de la cabeza a los pies era una mujer de líneas normales, belleza suave y delicada. Del tipo de mujer con el que nunca saldría, se dijo con sarcasmo.

Se encontró caminando hacia ella con toda la seguridad que usualmente poseía, consciente de su virilidad, de su innegable atractivo, y portando aquella sonrisa arrogante y segura de sus acciones. Durante años había recolectado practica, maestría y sabía muy bien como dar el primer paso para lograr lo que deseaba.

La dama en cuestión seguía dándole la espalda manteniendo su posición inicial, por lo tanto le había resultado imposible verle el rostro, pero considerando sus agraciadas líneas, este debía conservar tal grado de perfección.

El impecable aroma femenino fue lo primero que advirtió apenas se encontró detrás de ella, una esencia suave que endulzó sus sentidos como un elixir. La midió otra vez con sus ojos; ahora que estaba junto a sí no era tan alta como en un primer momento le había parecido, y su cuerpo no parecía tan simple, ni tan normal como intuyó la primera vez. De todos modos no alcanzaba a sus parámetros, o al ideal de belleza que tenía en mente.

Alzó una mano y deslizó los dedos por la suave curva de su brazo, su piel era tan delicada al tacto como lo había supuesto. Y aquella acción fue el preludio a lo que estaba esperando.

La reacción de la mujer no se hizo esperar, se dio la vuelta furiosa, dispuesta a decirle unas cuantas verdades, pero él fue más rápido y atrapó el cuerpo pequeño de ella entre sus brazos, listo para hacer su último movimiento, aquel que le regalaría una brillante victoria.

La besó.

Pero instantáneamente a lo que estaba esperando -y a lo que siempre ocurría en estos casos- la mujer se retorció de sus brazos, y alzando una mano la cruzó con violencia en su mejilla. La salvaje acción lo dejó con su cabeza a un lado, la mejilla ardiendo como si se hubiera quemado. Volvió su cabeza lentamente y sus labios se abrieron desencajados.

Un par de enfurecidos ojos verdes lo recibió, tan turbios y profundos como esmeralda liquida. Tardó varios segundos en reaccionar, y en su mente pudo ver esos turgentes labios moviéndose, pero él no estaba poniendo atención a sus palabras hasta…

- …maldito cerdo oportunista…- estaba diciendo con un tono de voz que encajaba perfectamente con ese par de tormentosos ojos -…bastardo machista…-

- Hey- replicó alzando simpáticamente la mano para luego refregársela en la mejilla -Tienes un buen estilo, y un interesante repertorio de insultos…-

- ¡Eres un egocéntrico y un soberbio!- alzó la mano para asestarle otro merecido golpe, cuando él la sujetó de la muñeca deteniendo fácilmente su acción.

Aquello provocó una cercanía instantánea entre ambos, y una enorme sonrisa arrogante a los labios masculinos, en tanto los ojos claros refulgían como el mar embravecido, a la par que tironeaba bruscamente para soltarse.

- No has dejado de seducirme con tu cuerpo allí adentro- hizo un gesto hacia la fiesta que se desarrollaba tras unas puertas de vidrio a sus espaldas, incrementó la presión en la mano de ella -Y saliste al balcón obviamente buscando algo en concreto…- se inclinó con una mueca confiada -Yo no malinterpreto las señales, y estas saltaban a la vista- finalizó dirigiéndole una exhaustiva ojeada que avivó las llamas en los ojos verdes.

Pero antes de que ella pudiera agregar algo más, estaba besándola de nuevo y al parecer disfrutando de su obvia negativa.

Cuando finalmente la soltó, los ojos de ella lucían más oscuros, sus mejillas profundamente encendidas, sus labios enrojecidos y aún más turgentes. Su pecho subía y bajaba de agitación.

- ¿Y bien?- preguntó él arqueando una ceja, confiado, arrogante.

Ella respiró una y otra vez, se lamió los labios - ¿Así que ahora me encuentras irresistible?. Años atrás hubieras preferido morir a decirme algo como eso…-

Las cejas volvieron a arquearse, esta vez con desconcierto -¿Sabes quien soy?-

Sonrió de costado mostrando un gesto tan arrogante como el de él -No soy tan tonta como me crees- hizo un gesto hacia la fiesta allí atrás -Eso es por ti. Un tributo a tu carrera…- con eso pareció dar por terminada la plática. Giró sobre sus talones para volver al salón.

Pero él la tomó del brazo en el último instante, acercándola a su cuerpo otra vez -Tu nombre-le exigió imprimiendo presión en la muñeca de ella.

La expresión arrogante volvió, parpadeó sus ojos verdes antes de responder -¿Acaso el gran Ash Ketchum tiene problemas de memoria?. Supongo que no podía esperar otra cosa viniendo de ti, los años pasan y todavía te cuesta reconocer los detalles que saltan a la vista…- su blanca sonrisa relució ante el sarcasmo.

- ¿Quién eres?-

Ella rió meneando la cabeza -Sigues siendo igual de despistado. Con este disfraz… -señaló su porte, su apariencia; el impecable traje negro hecho a medida -podrás engañar a todos, pero no a mí… Nunca has podido engañarme-

Él la miró fijamente, tomando nota otra vez de su cabello cobrizo, de su rostro pálido y simétrico, de sus grandes ojos verdes que curiosamente ahora tenían un leve tinte de azul. Y todas esas características taladraron en su memoria de un modo tal que hizo que la soltara como si se hubiera quemado.

- ¿Ya me recuerdas?- se refregó la muñeca con lentitud.

El joven no respondió siguió viéndola con terror. Su mascara de arrogancia y presunción se quebró para dar lugar a la apariencia de un adolescente tímido y desconcertado. Retrocedió unos pasos como si se hallara frente a un monstruo mitológico.

La sonrisa de ella se volvió más ancha, más sarcástica. Inclinó su cabeza en una reverencia burlona y se volvió para entrar al salón. Su figura balanceándose sensualmente a cada paso.

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Tenía que dar un discurso, y lo hizo; pero realmente no podía decir que había puesto entera atención a las palabras que salían de su boca. Lo recitó de memoria como un autómata, pues su atención estaba centrada otra vez en la mujer pelirroja ubicada a la derecha del auditorio.

Sus enigmáticos ojos verdes nuca se apartaron de su persona en lo que duró la conferencia. Se mantuvo seria observándolo, al igual que él lo hacía con ella.

Después de tantos años de silencio volvían a encontrarse del modo más extraño que pudiera haber imaginado. Él la había olvidado, había olvidado todo lo que pudiera ligarlo o referirlo a ella; su vida de antaño, sus amigos, sus recuerdos. Y realmente ahora no recordaba cual fue el motivo que lo llevara a tomar tal decisión. Pero ahí estaba otra vez.

Y cuando la charla finalmente acabó, descendió del estrado buscándola con la mirada como antes lo hiciera, y la encontró. Alta, delgada, ubicada en un extremo del salón como una elegante estatua viviente. Metió las manos en los bolsillos a medida que se le acercaba, rechazando a un hombre que solícito se acercó a ofrecerle una copa de champagne, no le importaba nada a su alrededor, atento a ella como cuando un cazador distingue a su indefensa presa.

La joven se giró en el último momento y lo miró. Ya no había rastros de sarcasmo o fastidio en las líneas simples de su rostro. En curioso contraste parecía frágil y vulnerable. Levantó una mano a modo de defensa y murmuró en voz alta y clara.

- No quiero ser otra en tu larga lista de conquistas-

Él pareció sorprendido antes ese comentario. Luego sonrió lentamente, en un gesto franco y natural, libre de malicia.

- Tampoco lo quiero- se detuvo ante ella y se mordió el labio con suavidad -¿Podríamos empezar de nuevo?-

Los ojos verdes se alzaron con expresión interrogante, para luego suavizarse. Sus rosados labios ensayaron una pequeña sonrisa y le extendió la mano, la cual tomó con gentileza.

- Soy Ash Ketchum, es un placer conocerla señorita Waterflower…-

Ella soltó una leve risita -Se supone que no sabes mi nombre-

- Es más fácil así ¿no crees?- tomó la mano femenina y la enlazó a su brazo -¿Le importaría que yo fuera su acompañante en el resto de la noche?-

- Supongo que no- lo miró de soslayo esta vez algo más seria -Si realmente es lo que quieres-

- Lo quiero- sostuvo sus ojos notando cuan profundos eran.

Rompieron a caminar dirigiéndose al balcón donde se habían encontrado antes. Estaba vacío, y la quietud que lo rodeaba se extendía por el oscuro paisaje de allá abajo creando una atmósfera secreta e íntima.

- Cuéntame algo de tu vida- pidió ella cuando se detuvieron y en un intento de romper ese silencio que se hacía abrumador y pesado.

- No hay nada importante que contar… pues aún no he comenzado a vivirla…- murmuró y se puso frente a ella deslizando los dedos por los mechones anaranjados que caían en desorden sobre su mejilla.

Ella lo miró alarmada, desligándose de él -Ash…- le reprochó retrocediendo -No soy de esa clase de mujer…-

El joven se mordió el labio y bajó la mano -Sé que no lo eres Mist… perdóname…- observó la punta de los zapatos de ella y nuevamente le parecieron tan finos y sensuales como cuando los hubo visto la primera vez -¿Puedes confiar en mí?-

Los sonidos de la noche se oyeron nítidamente conforme la pausa se alargaba y él se sentía morir a la espera de la respuesta que lo redimiera y lo salvara de la monotonía que amenazaba ahogarlo.

- Si…- respondió tras alzar su verde mirada y centrarla en él.

Volvió a extender la mano hacia su rostro y al no haber negativa, tocó la mejilla femenina en una suave caricia. Los ojos verdes lucían tan claros y vulnerables…

- Necesito una nueva oportunidad, Misty…- susurró con apenas un hilo de voz -¿Me la darás?-

Los labios de ella se trasladaron a la mano que rozaba su cara, con íntima ternura le besó los dedos.

- Te la daré Ash…-



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